7. No vemos con los ojos. No pintamos con las manos.
12. La naturaleza juega al bricolage y al collage, hace pastiches. Junta cosas dispares hasta que dejan de serlo, gusta la simbiosis y la hibridación. La naturaleza es toda artesanía, arreglos, apaños. Al final todo se aprovecha.
13. Todo lo que vive se alimenta de cadáveres.
18. La mente humana es una parte del ecosistema, algo más parecido a un hormiguero que a una colmena. Una hormiga en particular no sabe nada de nada. Hay que observar el hormiguero.
19. También la humanidad en su conjunto es como un hormiguero, pero en otro sentido.
34. Lo que vemos no es la realidad. Nada más hacemos hipótesis.
37. La pintura no es un asunto de la visión, los ojos no pintan. Ni siquiera miran. Sólo son ventanas.
38. Al hormiguero le gusta la pintura, la música, y que le cuenten bonitas historias. Se ponen las hormigas muy animadas, contentas y bailonas.
45. Si le pides al catador de vinos que te enseñe a distinguirlos, lo que hará será entregarte una copa y luego otra. Aunque te hable, será necesario que bebas. No hay otro modo mejor. Pero ¡cuidado! los borrachos no suelen entender de vino. Ni siquiera les gusta.
46. Lo mismo, dicho de otra manera: «Curso de natación por correspondencia. Muy práctico.»
61. La pintura realista nunca ha existido. El realismo es otra fantasía más, en cuya vana oquedad uno puede quedar atrapado. Pero se puede pintar ese vacío, y hacer ver así la falsa realidad que circula por entre los diversos realismos.
66. Me gusta aquella metáfora de Mallarmé: oposición de las palabras que se iluminan entre sí como diamantes. Pero en los cuadros estos se trata de oposición de maneras pictóricas, entrechocar de formas hetereogeneas.
67. Son una trampa estos cuadros, un laberinto. Son elusivos bajo la máscara de las fáciles identificaciones de objetos, de maneras, de sentimientos. No hay dónde asirse. Todo ha de ser adivinado, no hay más guía que las hipótesis que seamos capaces de establecer.
73. Imágenes tópicas, la asimilación sin escapatoria: el mundo de las vacaciones, la chica soñada, coches, carretera. Pero el discurso de la pintura desconstruye aquel otro palmario y reconocible. Es así como todo se vuelve esfinge.
74. Eiseinstein a propósito de la posibilidad de un contrapunto entre la imagen fílmica y la música, donde la música no tiene por qué ser siempre el acompañamiento que refuerza el sentido de las imágenes. Lo que oímos puede contradecir el sentido de lo que vemos, o hablar de algo distinto. Discursos independientes superpuestos: narraciones, estilos, composición, estímulos diversos.
79. Es la propia pintura, más que las imágenes, la que se interroga acerca del sentido de esta vorágine, al mismo tiempo que no encuentra otro camino que estar en ella y salir del peligro fluyendo, como la corriente de agua sale de la quebrada, o flotando sobre las olas como el barco a la deriva.
82. La realidad queda abolida: esto no es una pipa, esto no es un coche, esto no es una chica. Estas personas y estos objetos no se encuentran, no se miran; viven en mundos distintos.
91. De Chirico, Picabia y otros engañaron hábilmente a muchos enterados. Se disfrazaron de clasicismo obstinado y hasta de retrógrados naturalistas, de lo más ridículo. Pocos vieron que era un naturalismo y un clasicismo de barracón de feria, que jugaban el retorcido juego de hacerse los impostores. Picabia diciendo «soy el más aficionado de los aficionados», queriéndonos sacar de este mundo. Vuélvelo a mirar. Pandilla de chamanes.
92. Podemos escuchar estas pinturas con atención o distraídos, pero mejor aún si las bailamos. Es como lo que nos echan por la radio, canciones con ritmo machacón, gotas de ironía, romanticismo con tecno. Cosas así, videoclips, colgables.
A99. paratosa retórica que niega más que afirma, que deja todos los interrogantes flotando sobre su obvio caparazón.
100. No hay mejor manera de tirar por la borda la importancia personal: la osadía de los jóvenes toreros que reciben al toro de rodillas; la de Manuel Luque. No hay otra certeza que el presentimiento.