La pintura Neometafísica valenciana en el marco de la Figuración Postconceptual

Paco de la Torre

En el libro Los últimos 30 años del arte valenciano contemporáneo (II)
ISBN: 978-84-938788-4-9
El próximo año 2014 se cumplirán dos décadas de la celebración de la exposición Muelle de Levante[1], muestra que se ha convertido en un referente para conocer la pintura Neometafísica, una de las corrientes artísticas más representativas de la reciente historia del arte contemporáneo español. La Neometafísica valenciana es, por número de artistas y relevancia, uno de los núcleos más importantes de este movimiento. Desde su aparición en la década de los años 1980, los pintores neometafísicos forman parte de un fenómeno artístico que aboga por la renovación de la pintura figurativa en España, definido en nuestra Tesis Doctoral[2] como Figuración Postconceptual. En este artículo presentamos una breve aproximación a sus orígenes y desarrollo.
Pintura Neometafísica
El movimiento pictórico denominado Neometafísica tiene sus orígenes en las iniciativas propuestas por el artista Dis Berlin –pseudónimo de Mariano Carrera– con el objetivo de presentar un posicionamiento artístico común en España, desde la defensa de la pintura, frente a las tendencias dominantes. El contexto artístico español de finales de la década de los años 1980 sufría una profunda transformación debido a las repercusiones provocadas, fundamentalmente, por la exposición comisariada por José Luis Brea Antes y después del entusiasmo[3]. Desde las instituciones se potenció la revalorización del Arte Conceptual frente a las artes tradicionales a través de la celebración de exposiciones revisionistas. Esta nueva coyuntura aceleró un proceso imparable donde la pintura comenzó a perder su histórica situación de privilegio, especialmente la disfrutada por los neoexpresionismos. Brea no será el único autor que mire al Conceptual como una tabla de salvación frente a la mediocridad y el provincianismo hispano, también en Valencia los profesores Juan Vicente Aliaga y José Miguel G. Cortés, en su libro Arte conceptual revisado[4], reivindican la labor de Simón Marchán y su apuesta por la reconstrucción de la memoria y la activación de la herencia conceptual en un neoconceptual reflexivo para las jóvenes generaciones de artistas. Una recuperación en línea con las nuevas tendencias conceptualizadoras que se estaban imponiendo internacionalmente.
El contexto al que se enfrentaron los pintores al inicio de la década de los años 1990 tiene muchas similitudes con el que vivieron los pioneros de la Nueva Figuración Madrileña a finales de la década de los años 1970 como demuestran las exposiciones 1980[5] y El retorno del hijo pródigo. Ésta última celebrada en 1991 en la Galería Buades contó con el apoyo entusiasta del crítico Juan Manuel Bonet. Al promotor de la misma, Dis Berlin, se sumaron los artistas Antonio Rojas, María Gómez, José Manuel Calzada, Juan Correa, Pelayo Ortega, Luis Marco, Juan Lacomba, Andrea Bloise, Angelica Kaak, Damián Flores, Manolo Campoamor y los levantinos Manuel Sáez, Antoni Domènech y Ángel Mateo Charris. En su búsqueda de un escenario posible para la pintura, su promotor inauguró la Galería El Caballo de Troya en Madrid, cuya nómina de artistas estuvo relacionada con los participantes en la muestra, ampliando su radio de acción a la pintura de corte figurativo, prestando especial atención a los artistas emergentes y recuperando a miembros de la figuración madrileña, como Jaime Aledo o Carlos Franco.
La Neometafísica Valenciana
Si Madrid fue el escenario donde surgió la nueva figuración española en los años 1970, como documentaba recientemente la exposición Los esquizos de Madrid[6], el epicentro de su actividad se desplazó dos décadas más tarde a Valencia. La Nueva Figuración Madrileña de Carlos Alcolea, Guillermo Pérez Villalta, Carlos Franco o Chema Cobo, encuentra una continuidad conceptual en la pintura Neometafísica que, tras su presentación en Madrid, se trasladó a la escena valenciana, siendo la citada exposición Muelle de Levante la confirmación de este hecho. No obstante, debemos incidir en la dificultad que supone aplicar el término movimiento artístico de modo ortodoxo ya que, como señalan los propios comisarios de la muestra, se trata de un fenómeno de naturaleza individualista e independiente. Muelle de Levante no proponía, solapadamente, la aparición de una nueva tendencia o escuela sino demostrar que los posicionamientos artísticos siempre han sido “más plurales de lo que una mirada simple o una teoría fuertemente inspirada en una concepción teleológica de la historia puede haber llevado a pensar”[7]. Con estas palabras apostaban por una relectura no excluyente de la vanguardia histórica, defendida también por el crítico francés Jean Clair[8], donde los Realismos comparten protagonismo con las propuestas más cercanas al Arte Puro.
Antes de profundizar en nuestro análisis, y así poder comprender el sentido de las propuestas de estos artistas, debemos presentar una contextualización histórica de la realidad que les tocó vivir, aunque sea de manera esquemática. La aparición del Arte Conceptual[9] a finales de la década de los años 1960 revolucionó el concepto de arte y, aunque de manera marginal y local, tuvo una importante repercusión en el arte español de vanguardia, principalmente en Madrid y Barcelona. Durante los años de la Transición, el arte valenciano se había identificado con el realismo social y la versión más política del Pop representado por Equipo Crónica, Equipo Realidad o Estampa Popular y defendido por el crítico Tomás Llorens. La vuelta a la pintura, que inundó el mercado internacional en los años 1980, apenas tuvo representación valenciana. El boom de la escultura, que vivió en la segunda mitad de la década su gran momento, opacó a la nueva generación de pintores valencianos presentes en la muestra Recién pintado[10]. En el ámbito tridimensional, un nutrido grupo de jóvenes artistas bajo la influencia de la escultura inglesa contemporánea, al que se sumaron insignes veteranos como Miquel Navarro o Ángeles Marco, conquistaron el circuito artístico español bajo la etiqueta de Escultura Valenciana[11]. La puesta en marcha, desde su apertura en 1989, del Instituto Valenciano de Arte Moderno supondrá el gran cambio. El IVAM, y principalmente la pericia de su director artístico Vicent Todolí, situó a la ciudad y a España en los circuitos internacionales, gracias a su excelente programación.
En paralelo a todo ello, la Galería Temple presentaba, dentro de su programación, una alternativa a las tendencias del momento. Su apuesta por la figuración pictórica, representada por varias generaciones de artistas, supuso una de sus líneas de trabajo más interesantes. Los cuadros de Miguel Ángel Campano, Juan Navarro Baldeweg, Dis Berlin o Curro González se expusieron al lado de los valencianos Manuel Sáez, Xisco Mensua y Antoni Domènech, sin olvidar la representación internacional con muestras de Salvo o Group Normal (Meter Angerman, Milan Kunc y Jan Knap). Dos de sus directores, Salvador Albiñana y Nicolás Sánchez Durá, programaron en paralelo la sala de exposiciones de la Universitat de València apostando por exposiciones en esta línea. Allí se pudieron ver las obras de Dis Berlin, Andrea Bloise, Oriol Vilapuig, Angelica Kaak o Marcelo Fuentes.
Esta atmósfera, en la que se formaron los artistas valencianos convocados en la muestra Muelle de Levante, propició su apuesta por nuevas y personales poéticas pictóricas, como se pudo comprobar en la sala del Club Diario Levante. Esta sala de exposiciones, dirigida desde el año 1991 por el periodista Juan Lagardera, llegó a convertirse en un auténtico referente para el arte joven valenciano, desde que acometiera en la exposición Al oeste[12]la presentación de la más exhaustiva cartografía del arte emergente de la Comunidad Valenciana de los años 90. Los pintores de esa nueva figuración lograron despertar un verdadero interés en Lagardera, convirtiéndole en uno de sus más importantes promotores. Su profundo conocimiento de las intenciones artísticas de estos autores se refleja en la presentación del catálogo de la muestra, al señalar que la figuración de los jóvenes de los noventa traía “la lección conceptual bien aprendida”. Una afirmación que apuntaba hacia la idea de una pintura postconceptual.
Muelle de Levante presentó a una gran cantidad de artistas que dirigían su mirada a una pintura de ascendencia metafísica. Juan Manuel Bonet, comisario de la muestra junto a Nicolás Sánchez Durá, señalaba como claros antecedentes de este giro al escultor valenciano Miquel Navarro, con sus esculturas de corte metafísico; así como Dis Berlin, el primero que empezó a caminar por el muelle chiriquiano[13], y que tras su traslado a Denia, donde se instaló junto a la pintora Andrea Bloise, colaboró con la galería My Name’s Lolita Art donde tomó contacto con la nueva realidad valenciana, hecho que le animó a reeditar la iniciativa madrileña. Tampoco pasó desapercibido este florecimiento pictórico a los comisarios, al respecto Bonet destacará la buena coyuntura de aquel momento, en el que todos los convocados en la muestra se encontraban muy activos y con grandes proyectos en marcha[14].
Entre los participantes en Muelle de Levante encontramos a Dis Berlin, Ángel Mateo Charris, Andrea Bloise, Antoni Domènech, Antonio Rojas y Manuel Sáez, participantes en El retorno del hijo pródigo, a los que se unirán los pintores valencianos Enric Balanzá, Calo Carratalá, Fernando Cordón, Juan Cuéllar, Paco de la Torre, Carlos Foradada, Marcelo Fuentes, José Vicente Martín, Joël Mestre, Joan Sebastián, Gonzalo Sicre y Aurelia Villalba, el catalán Oriol Vilapuig y el mallorquín Ángel Sanmartín.
En las obras de estos artistas se descubre una imagen que, rechazando el realismo y la síntesis fotográfica, se caracteriza por su fuerte sentido narrativo cargado de misterio, realizada dentro de los parámetros de la tradición pictórica occidental. Una actitud que ya se puede encontrar en las propuestas protagonizadas por la Nueva Figuración Madrileña, basada en la idea de una figuración híbrida con acento personal elaborada a partir de una digestión madura, y que se muestra capaz de enfrentarse a la creación de nuevas imágenes para un mundo nuevo. A los pintores simbolistas, De Chirico y los realismos europeos de entreguerras, como referentes pictóricos, se unirá el americano Edward Hopper enriqueciendo los modos de entender la práctica pictórica y consiguiendo una mayor complejidad en la definición del proceso creativo.
La propuesta de Bonet y Sánchez Durá se posicionará significativamente a contracorriente de las tendencias internacionales del momento. A pesar de ello, encontró una buena respuesta en el mundo galerístico. La valenciana My Name’s Lolita Art y su director Ramón García Alcaraz se convertirá en la galería referente del movimiento, contando en su nómina con Charris, Mestre, De la Torre, Sicre, Dis Berlin, a los que incorporará los nombres de Antonio Rojas, Damián Flores, Teresa Moro, y los valencianos Juan Cuéllar, Teresa Tomás, Pedro Esteban, Jorge Tarazona o Santi Tena. También las valencianas Val i 30, Postpos, Rita García o Paral·lel 39 trabajaron con artistas del círculo neometafísico. Y en Madrid, a las galerías pioneras como El Caballo de Troya, Columela, Antonio Machón y Buades, se unirán Sen, Seiquer, Estampa, Arco Romano, Detursa, Muelle 27. Tampoco debemos olvidar el importante papel desarrollado por las galerías Siboney de Santander y Rafael Ortiz de Sevilla. Todas ellas con presencia en la feria internacional de arte de Madrid, ARCO, lo que propició una expansión comercial del movimiento en la década de los noventa.
Sin embargo la iniciativa neometafísica tuvo una respuesta crítica desigual. Si bien autores como Fernando Huici, Guillermo Solana, Carlos D. Marco, José Ramón Danvila, Enrique Andrés Ruiz, Raúl Eguizábal o José Manuel Marín-Medina mostraron su apoyo a esta iniciativa en los medios especializados; no fueron pocos los autores que, sin llegar a un enfrentamiento directo, manifestaron su rechazo contra los artistas alegando que detrás de estas obras se escondía un nuevo retorno al orden[15].
A lo largo de estos años, la pintura Neometafísica valenciana ha sido objeto de exposiciones programáticas entre las que destaca Figuraciones de la Valencia Metafísica (1999), comisariada por Bonet dentro del ciclo Figuraciones de Marín-Medina. También el crítico David Pérez le ha prestado atención, aportando una profunda reflexión[16] con la lectura personal de este fenómeno más allá de lo formal, dedicándole a la emergencia y consolidación de las poéticas presentes en Muelle de Levante el ciclo expositivo Visiones sin centro (1998-1999)[17].
Estas poéticas, según David Pérez, reflejo del discurso postconceptual de finales de la década de los años 1980, plantean la perdurabilidad del concepto y el abandono de la destreza, la pulcritud y la técnica, lo que conlleva la sustitución de estos valores por la experiencia y la sensación. Nos enfrentamos, por tanto, a lo calificado como unas poéticas de la supervivencia dado que intentan vertebrar la resistencia ante un discurso mediático, con su velocidad publicitaria y su paranoica búsqueda de una innovación que sólo conduce a la más absoluta de las esterilidades semánticas. Frente al agotamiento iconográfico generado por las imágenes mediáticas que nos envuelven, el autor descubre en estas pinturas una crítica abierta y frontal al dominio audiovisual. Las poéticas de la supervivencia a las que se alude, asumen que el arte no puede cambiar por sí la sociedad, de ahí que se proponga su uso como instrumento de convulsión íntima.
La lectura propuesta va más allá de la mera enunciación, como había ocurrido hasta el momento, profundizando en el estudio de las claves conceptuales de estos pintores que suscitan, a través de una recuperación intimista de la mirada, una poética de imágenes evanescentes. Una actitud que retoma la necesaria quietud y parsimonia que, como espectadores, debemos contraponer a la voraz banalidad a la que es sometido el mundo simbólico que nos configura. En su análisis descubrirá como el recurso figurativo esconde una voluntad antinaturalista alejada de cualquier realismo de carácter estetizante[18]. Por lo tanto ante las acusaciones de retorno al orden, el autor responde que ni retorno manierista ni apuesta conservadora, ya que más bien nos encontramos ante una invitación a practicar una mirada alejada de la saturación icónica de los mass-media. Una invitación cuyas armas son la soledad, el onirismo, la evocación, la narratividad y la cuidadosa ejecución. Unos elementos que se alejan del uso que de la pintura hace el zafio realismo, que tras añorar el oficio descuida la idea. En definitiva, una pintura apasionada por la segmentariedad que goza con el temblor del inacabamiento.
La pintura Neometafísica española ha sido objeto de importantes revisiones antológicas como fueron Canción de las figuras[19], comisariada por el crítico y poeta Enrique Andrés Ruiz; o el ciclo Figuraciones[20] de José Marín-Medina, donde se realizó una cartografía del estado de la pintura figurativa española a principios del siglo XX.
La Figuración Postconceptual
Los artistas que se han englobado históricamente dentro de la Neometafísica y la Nueva Figuración Madrileña forman un conjunto plural y numeroso de autores que trabajan por la renovación de la pintura figurativa española, constituyendo un fenómeno que presenta una serie de rasgos en los que se puede detectar, gracias a la perspectiva que ofrece el tiempo, un aire de familia. Las claves que a nuestro juicio caracterizarían a estas obras y autores son la apuesta por el medio pictórico, como columna vertebradora de su producción artística, y su firme empeño en la recuperación del cuadro como formato, a través de la representación y la reintegración de la idea. También debemos destacar su firmeza en la redefinición de la figuración pictórica en clave postabstracta y antirrealista a través de sus personales poéticas. Frente a las consignas del Arte Puro, han defendido la reincorporación de los valores narrativos y poéticos en la imagen pictórica. Su posicionamiento a contracorriente de las tendencias artísticas contemporáneas les ha conducido a la práctica de una resistencia pasiva frente al compromiso político y el ruido mediático. Señalemos, finalmente, el uso en su práctica pictórica de una particular apología del misterio y el silencio, que los vincula de una manera inconfundible con sus principales referentes históricos.
Para concluir debemos prestar atención al estado actual de la nueva figuración española, y en particular a la pintura Neometafísca valenciana, que cuenta con numerosos miembros en activo que, a lo largo de estos veinte años, han consolidado sus carreras artísticas. Nombres como Joël Mestre, Manuel Sáez, Pedro Esteban, Paco de la Torre, Fernando Cordón, Juan Cuéllar, Calo Carratalá, Ángel Mateo Charris, Gonzalo Sicre, Alberto Gálvez, Enric Balanzá, Roberto Mollá, Jorge Tarazona o Teresa Tomás, han pasado a formar parte de los nuevos referentes del arte valenciano contemporáneo y de la Figuración Postconceptual española. Un fenómeno artístico que sigue contando con el soporte de un cuerpo galerístico entre los que se encuentran espacios como Siboney, My Name’s Lolita Art, Estampa, Utopía Parkway, Magda Bellotti, Alfredo Viñas y Rafael Ortiz –ninguna con sede en la Comunidad Valenciana actualmente- que han expuesto habitualmente la obra de los citados artistas. Y a pesar de que son escasas las incorporaciones de críticos interesados en el fenómeno, éste todavía se ve respaldado por apoyos como los encabezados por Juan Manuel Bonet. Sus obras están presentes en numerosas colecciones privadas y en colecciones públicas españolas como la del MNCARS, IVAM, Bancaja, Artium, Banco de España, CAAM, Argentaria, Unión Fenosa, Museo de Teruel, Coca-Cola, La Caixa… y los mismos cuentan con exposiciones en museos e instituciones artísticas como IVAM, MNCARS, CAC, CAMA, CAAC, Museo de Teruel, Círculo de Bellas Artes de Madrid, Academia de San Fernando, Instituto Cervantes, Universitat de València, Sala Parpalló, Fundación Bancaja, Fundación La Caixa, Caja Madrid… Todas estas circunstancias nos hacen pensar que el fenómeno que encarnan los artistas de la Figuración Postconceptual continuará representando un foco de interés artístico al que se le deberá seguir prestando atención en el futuro.

[1] Muelle de Levante, Valencia, Club Diario Levante, 1994.
[2] De la Torre Oliver, Francisco J., Pintura Postconceptual Española. De la Nueva Figuración Madrileña a la Neometafísica Valenciana. 1970-2010, Tesis Doctoral, Facultad de Bellas Artes, Universitat Politècnica de València, 2012.
[3] Before and After the Enthusiasm / Antes y después del entusiasmo 1972-1992, Ámsterdam, Contemporary Art Foundation, 1989.
[4] Aliaga, Juan Vicente y G. Cortés, José Miguel, Arte conceptual revisado, Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 1990.
[5] 1980, Galería Juana Mordó, Madrid, 1979. La muestra estuvo comisariada por Juan Manuel Bonet, Quico Rivas y Ángel González.
[6] Los esquizos de Madrid. Figuración Madrileña de los 70, Madrid, MNCARS, 2009.
[7] Sánchez Durá, Nicolás, “S/T, 1.833 palabras sobre papel, 1994”, en el catálogo de la exposición Muelle de Levante, Valencia, Club Diario Levante, 1994, p. 10.
[8] Una tesis defendida en la muestra que Clair comisarió para el  Centre Georges Pompidou de París en 1981 Les Réalismes. 1919-1939. Respecto a esta exposición, y otras que se han venido desarrollando desde entonces en esta línea, afirmaba: “La diferente historia de la modernidad que iban configurando poco a poco aquella serie de exposiciones no se correspondía con la historiografía simplista que a modo de historia intelectual se dispensaba en los manuales”. Clair, Jean, Malincolía, Madrid, Visor, 1999, p. 12.
[9] A finales de la década de los años 1960 Joseph Kosuth y el grupo Art and Language lanzaron el término Arte Conceptual para referirse a las prácticas alternativas a la pintura o escultura tradicionales. La consolidación internacional del movimiento se hizo patente con la celebración en 1970 de la muestra Conceptual Art-Conceptual Aspect en Nueva York.
[10] Recién pintado, Valencia, Ayuntamiento de Alfafar, 1983. La muestra, comisariada por los críticos Manolo García y Pablo Ramírez, presentó a los pintores emergentes de los 80 en Valencia, destacando Willy Ramos, Joan Verdú, Julio Bosque, José Morea, Victoria Civera, José Sanleón, Javier Chapa, Jaime Giménez de Haro, Enric Solbes o Manuel Sáez.
[11] Una revisión de este fenómeno se recogió en la exposición comisariada por Teresa Blanch Els 80 en els 90. Proposta d’escultura valenciana, Valencia, IVAM, 1995.
[12] Al oeste. Joves en el 91, Valencia, Club Diario Levante, 1991.
[13] Recordemos que Dis Berlin fue el ideólogo de la exposición El retorno del hijo pródigo, una iniciativa que podemos señalar como claro antecedente de la exposición valenciana.
[14] Bonet, Juan Manuel, “Notas para un diario de Muelle de Levante”, en el catálogo de la exposición Muelle de Levante, op. cit., pp. 13-14.
[15] Las acusaciones de retorno al orden para atacar los intentos de retomar el hilo con la tradición fueron el argumento  del grupo de críticos americanos próximos a la revista October, encabezados por Benjamin Buchloh que llegará a calificar de retrógrados a los autores que se presentan bajo la etiqueta de neo, como los neoexpresionismos (Buchloh, Benjamín H. D., “Figuras de la autoridad, claves de la regresión. Notas sobre el retorno de la figuración en la pintura europea”, Arte después de la modernidad, Barcelona, Akal, 2001, p. 120). En España se utilizó igualmente este concepto para atajar los rebrotes pictóricos como recuerda el crítico Fernando Castro Flórez al efectuar un balance de la situación de la pintura en España desde mediados de la década de los años 1980. En la misma detecta un movimiento oscilante, desde las llamadas de retorno al orden, la exigencia de un replanteamiento de la figuración y el intento de responder a los planteamientos del Minimal (Castro Flórez, Fernando, “El sujeto como proceso”, en el catálogo de la exposición A la pintura. Pintura española de los 80 y 90 en la Colección Argentaria, Madrid, Fundación Argentaria, 1995, p. 33).
[16] Debemos señalar las aportaciones al tema en los artículos: Pérez, David, “La pintura de la razón fugitiva”, Madrid, Lápiz, nº 108, enero, 1995, pp. 58-63. Pérez, David, “Anacronismo y resistencia (desnudando la pintura, abriendo la mirada, escapando del consumo…)”, Barcelona, Ars nova, nº 1/02, 2002, p. 40-47.
[17] Artistas participantes en Visiones sin centro: Enric Balanzá, Sergio Barrera, Víctor Bastida & Teresa Marín, Fernando Cordón, Paco de la Torre, Marcelo Fuentes, Javier Garcerá, Rosa Martínez-Artero, Xavier Monsalvatje y Aurelia Villalba. Cada uno de los artistas contó con una publicación monográfica con texto del comisario.
[18] Voluntad que, recordemos, arranca con el Arte Simbolista: “El propósito del arte simbolista es crear imágenes que contradigan a la realidad visible o investigable desde un punto de vista científico, con el fin de mostrar mediante estas contraimágenes, que una realidad diferente y escondida debe ser reconocida como imaginable, si no incluso como existente. Este mundo o esta realidad diferente se concreta en el leiv motive e imágenes de guía, que pueden ser caracterizados de forma más clara por su huida del mundo” (Hofstätter, Hans H., “Pintores simbolistas en el ámbito germánico”, en el catálogo de la exposición Simbolismo en Europa. Néstor en las Hespérides, Las Palmas de Gran Canaria, Centro Atlántico de Arte Moderno, 1990, p. 108). Esta tendencia se enfrenta al Naturalismo, para el que Zola propone el concepto de “arte experimental”, un segmento concreto del arte contemporáneo con el que la vanguardia se ha identificado históricamente.
[19] Canción de las figuras. Antología de la pintura figurativa española entre dos siglos, Madrid, Real Academia de San Fernando, 1999.
[20] Figuraciones, Obra Social de Caja Madrid, 1999-2003.
Los últimos 30 años del arte valenciano contemporáneo (II)

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