Paco de la Torre
o la búsqueda del paraíso
Ignacio Gómez de Liaño
En el catálogo Imagen en diferido
ISBN: 978-84-124595-1-7
Lo que el adolescente Paco de la Torre tenía, cada instante, delante de los ojos –de unos ojos cautivados por la luz, el color y ya, sobre todo, por las penumbras y la noche– era una puerta. Era la puerta del misterio y, también, la de la fiesta. Era la puerta que, una vez traspasada, le llevaría, por qué no, al Paraíso. HOANGO, esa era la palabra enigmática que coronaba el exótico dintel. Cómo no pensar que si lo cruzaba ingresaría en esa nueva y floreciente vida que buscaba ardorosamente el adolescente que era entonces nuestro artista.
Lo que en realidad tenía enfrente Paco de la Torre en su deslizante cotidianidad era a sí mismo en el reino de la fantasía y de los colores con que se reviste el misterio. De ahí que en sus cuadros nos muestre un mundo de poderosos granates y azules marinos, de verdes aterciopelados y marrones profundos. Ese mundo de colores envueltos en penumbras nos lo revela también mediante personajes que, en las noches de Hoango, van en pos de sí mismos mientras se afanan en descubrir a los demás y provocar así el gran encuentro. El estallido que ciega los ojos.
La de Paco de la Torre es una pintura que destila un mundo de fiesta y ensueño, de visiones metafísicas y de formas que ondulan con un ritmo trepidante e incesante, que se mueven, danzan y se inter-penetran. Es un mundo noctámbulo que nos observa con ojos invisibles y mira fijamente al osado que se pone a contemplarlo. Es también una pintura que me hace pensar en artistas de la Nueva Figuración Madrileña –luego conocidos como Esquizos- que se hubieran vuelto metafísicos y se hubiesen dejado hechizar por aquellas discotecas que empezaron a abrir sus puertas en la Costa del Sol de Málaga y de Almería, en Torremolinos y en Mojácar, al poco de entrar la década de los felices años sesenta.
Esos lugares de reunión y abandono, de búsqueda de la sorpresa y el amor, de descubrimiento de uno mismo a través de los demás, protagonizan las pinturas de Paco de la Torre. O, al menos, eso es lo que parece. Pero, cuando se va más al fondo, lo que se ve es una meditación sobre la vida y sobre la muerte… Y se tiene la sensación de que el artista nos descubre un rito en el que, como ocurre en las procesiones de Semana Santa, la estética y la religión se abrazan hasta llegar a estado de fusión.
El Cristo del Hoango. 2021. Pintura digital.
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