S/T

Ángel Mateo Charris

 

En el catálogo Poéticamente el hombre construye
El corazón de la torre es un pasillo horadado. De él parten las estancias arqueadas, las habitaciones en tránsito y los jardines.
El tiempo ha pintado las paredes de colores.
La arena, recogida por las sandalias de los viajeros, invoca a las noches en el desierto: las de los terciopelos estrellados y los cristales de roca.
Por un orificio imposible entra un pájaro mudo planeando, dibujando en el aire una extraña ecuación geométrica. De un seto pulcramente recortado, un nudista arranca una flor rara. Las estaciones conversan: la razón descansa.
Un armadillo, atrincherado en la prudencia de su vejez, aconseja a un pequeño cactus:
– La sabiduría lleva ventaja: es eterna, y si éste no es su tiempo lo serán otros muchos.
– Mecachis, señor armadillo, no entenderé sus consejos ni en un millón de años.
– Es importante para la prudencia no hablar con superlativos, para no faltar a la verdad y para no deslucir la propia cordura.
– ¡Vaya si soy duro de corteza! ¿Y no habrá forma de que aprenda más deprisa?
– La prisa es una pasión de necios… La espera prudente sazona los aciertos y madura los secretos pensamientos.
Las palabras se escurren por el nocturno amarillo.
En un viejo cofre italiano se guarda la memoria de los dueños.
En esta casa la vida vibra tras las capas de una cebolla japonesa.
A Baltasar Gracián
Retrato PT en la galería Seíquer

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