Tenían que ser 27. Para dar así cumplimiento a la idea shandy de pintar el Colegio Mayor Luis Vives de 27 formas y arriesgarse a las iras de la poetisa Elsa Tirana, que seguramente irrumpirá en la sala de exposiciones el día del vernissage para decir que no le gustan nada estos cuadros, sobre todo porque son 27, lo que es una usurpación inadmisible del patrimonio de los shandy.
Tenían que ser 27. O 3 treses multiplicados, 3 por 3 por 3, que los matemáticos escriben con sus signos esotéricos 3³, y leen “tres elevado al cubo”, porque claramente se ve que un 3 se ha subido encima de otro más grande, que en caso contrario no lo soportaría, y el más grande debe de ser el cubo. Subirse al cubo me parece sin duda mejor que al 3, adonde Paco de la Torre iba a atisbar las terrazas, que ahora pinta de memoria. Pero, a veces, cuando los matemáticos hablan deprisa, sólo dicen “tres al cubo”, una apuesta como “Dau al Set”, sólo que tampoco acabo de saber en qué juego hay que apostar a un cubo. Aunque yo me inclino más por el cubo que viene de cuba, y significa, siempre fiel al Diccionario de la Real Academia Española “Recipiente de madera, metal u otra materia, por lo común de forma de cono truncado, con asa en la circunferencia mayor, que es la de encima”, ahora que caigo, los geómetras llaman en su lengua esotérica “cubo” a la figura que el Diccionario de la Real Academia Española dice que viene del latín cubus y define como “Sólido regular limitado por seis cuadrados iguales”, que es la figura de un dado, y entonces sí cabe apostar tres a los dados, aunque se tiene más probabilidad de ganar a los dados si se apuesta al siete.
Tenían que ser 27, pero al final son 27 y 3 añadidos, o, por usar sólo el dígito 3, y el esotérico sistema de signos de los matemáticos 3³+3, que suman 30, es decir, 3³+3=30. Y 27 son los años que pasó Rita Malú en un manicomio en Somalia, según nos informa Vila-Matas, aunque quizá él no sepa, al menos nada nos dice de ello, que Rita Malú ya lleva 3 años regentando un restaurante en la Via Brunelleschi de Sant’Antonio di Gallura.
Sin embargo, no son 27 las páginas del catálogo de la exposición de fotografías Still Rock, 8 años de música en el Vives, en el que Paco de la Torre y yo estamos trabajando mientras él prepara Humor Vítreo, sino que son 72, y, mira por dónde, 72 es 8 por 9, 8 es dos al cubo y 9 es 3 al cuadrado, lo que, de nuevo escrito a la manera de los matemáticos, resulta así: 72=2³x3². Todo el pop es un palíndromo, así que, como Pierre Bastien y su orquesta maquinal de autómatas construidos con piezas de meccano, el elepé pelele dice: “se verla al revés”. Los 27 cuadros de Humor vítreo y las 72 páginas del catálogo de Still Rock van y vienen por la simetría de ese edificio racionalista en el que habitan fantasmas de la manera más salvaje, tal y como Paco de la Torre imagina en sus cuadros que Dalí, Buñuel, y así hasta los 27 o los que fueran de su famosa generación, se pasean por ésta que pudo ser Residencia de Estudiantes de Valencia.