La vanguardia española también se llama Maruja Mallo

Maruja Mallo
Real Academia de San Fernando

Paco de la Torre

Arte10.com
Abril de 2010
Número (ID): 367
ISSN: 1988-7744
Entre Buñuel, Dalí y García Lorca, la artista Maruja Mallo irrumpió en la Residencia de Estudiantes para pasar a formar parte de la vanguardia española. Olvidada y opacada, mujer y vanguardista, pintora y adelantada a su tiempo pero por fin, quince años después de su muerte, le llega el reconocimiento desde las instituciones con esta primera antológica organizada por Caixa Galicia y SECC. Mitad ángel, mitad marisco, decía Dalí, rebelde hasta el final de sus días sorprendió a la movida madrileña en los años 80 con una actitud artística a la altura de Warhol, con el que se fotografió en la inauguración del astro americano en la galería Vijande.
Cuando pienso en Maruja Mallo siempre recuerdo una fotografía, un retrato tomado en el stand de la galería Manuel Montenegro en el emblemático Arco 82. Una fotografía que aparece publicada en la página 44 del catálogo que Guillermo de Osma, diez años después, publicó con motivo de la exposición antológica que celebró en su galería en el 90 aniversario de la pintora. Cinco años antes de su muerte. La fotografía, de Luis Pérez Mínguez, es toda una declaración: la pintora apoyada en el eje de coordenadas, custodiada por dos cuadros ―a la diestra máscaras y a la siniestra una composición geométrica de una simetría total― y su nombre en grandes helvéticas negras. Entre tanta exuberancia destaca su cara maquillada, en clave surrealista, desprendiendo una energía que seguro la convirtió en la estrella del evento. Un rostro que refleja su historia, la testigo de la generación del 27 y una de las figuras más originales de la vanguardia histórica.
Han pasado casi veinte años desde entonces y a pesar de que su obra se haya colado en colectivas significativas, desde entonces, sigue siendo una desconocida. Un caso de injusticia como denunciaba Quico Rivas en el citado catálogo: “clama al cielo o al espacio infinito del todo, que diría ella (Maruja Mallo)”. Y es en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, dirigida por Antonio Bonet Correa, quien se decida a presentar la mayor retrospectiva que se le ha dedicado a la pintora. Y nos preguntamos: si el Museo del Prado se queda en el siglo XIX y el MNCARS empieza en el siglo XXI, ¿Quién se ocupa del siglo XX? Sería esta la ocasión para replantear una línea de trabajo que revisara con rigor nuestra vanguardia, más allá de los santones, un trabajo que diera una visión plural y que documentara el arte de aquellos años. Hasta ahora ha sido gracias al empeño de figuras aisladas, o coincidiendo con las fechas conmemorativas cuando se ha arrojado luz sobre una constelación desconocida, apuntada en el imprescindible “Diccionario de las vanguardias en España. 1907-1936” de Juan Manuel Bonet. La figura y la obra de Maruja Mallo, como la de Oramas, Ponce de León y otros vanguardistas españoles han sido reivindicadas también por artistas de la Nueva Figuración Madrileña y la Neometafísica española, como referentes de su obra.
La muestra comisariada por Fernando Huici y Juan Pérez de Ayala, a cuyo cargo estuvo la retrospectiva de 1982, se presentan más de 130 obras entre oleos, dibujos, fotos y documentos. Un esfuerzo en recopilar obras de sus cinco décadas de trabajo procedentes de coleccionistas privados de España, Francia, Argentina y Estados Unidos. Una muestra definitiva, si tenemos en cuenta que solo pintó entre 90 y 100 cuadros durante toda su carrera, un catálogo razonado que verá próximamente la luz en el que ahora trabajan Pérez de Ayala y Guillermo de Osma. Se publica en una excelente caja que recoge además un libro con sus escritos y fotografías biográficas, y se complementa con un dvd que contiene un documental. El también gallego Antón Reixa ha rodado un recorrido por su vida y obra con el testimonio de numerosos expertos que la conocieron, desde Estrella de Diego, Juan Manuel Bonet o los propios comisarios.
Desde sus tiempos en la Residencia de Estudiantes junto a Dalí, Buñuel, Lorca y Rafael Alberti ―con el que mantuvo una relación amorosa―, la protección de Ortega y Gasset, el exilio provocado por la Guerra Civil Española en Buenos Aires ―con Gómez de la Serna entre otros―, su retorno a España en la década de los años 60 y su serie “Moradores del vacio”, y finalmente su reconocimiento por la joven generación de los ochenta.
Los comienzos de Maruja Mallo están próximos al nuevo realismo que se desarrolla en Europa en el período de entreguerras donde aborda los temas de la modernidad: deportes, escaparates, cines, fiestas… Los increíbles cuadros de verbenas pueden ser los que más reconocimiento le hayan dado, pero son cuadros como “Elementos para el deporte” los que la aproximan a la curiosidad surrealista por el objeto. Y frente a la explosión del color y la alegría de vivir surge la serie “Cloacas y campanarios”, que supone un giro radical en su obra. Una obra oscura en sus formas y en el fondo que parece anunciar el proceso bélico que asolará Europa. Y tras la decadencia de excrementos y muerte una etapa de construcción, que se desarrollará a lo largo de su vida. “Descubro que el orden es la arquitectura íntima de la naturaleza” declaraba Mallo en Buenos Aires en 1939. Su interés por las matemáticas y la geometría había nacido ya en Madrid, antes de la guerra, cuando frecuenta al círculo de Torres García, adoptando incluso la sección áurea. En Argentina retoma la pintura con el ciclo dedicado a “La religión del trabajo” en el que el primitivismo y la geometría se conjugan en el diseño de arquetipos sintéticos. Unos cuadros basados en concienzudos trabajos de composiciones abstractas donde la geometría marca las pautas de una figuración surrealizante en clave muy personal. Rostros y composiciones orgánicas de una simetría hipnótica rota por la fuerza de la luz, por el arrojo de las sombras. “Las máscaras” y “Las naturalezas vivas” serán dos series que se prolongarán en el tiempo paralelamente al encargo de una obra mural para el cine Los Ángeles en Argentina, hoy desaparecida. A su vuelta del exilio Maruja Mallo abandona la pintura volcándose en el pensamiento esotérico. Su último ciclo “Los moradores del vacío” quedó inconcluso y ella se proyectó en el futuro.