Objetos de pintura

Miguel Galano, Jorge García Pfretzschner, Fernando Martín Godoy, José Miguel Pereñiguez, Pedro Morales Elipe, Teresa Moro, Juan José Aquerreta, Marcelo Fuentes, Cristino de Vera, Joan Cardells…
Fundación José Guerrero

Paco de la Torre

Arte10.com
Julio de 2016
Número (ID): 474
ISSN: 1988-7744
Pedro Morales Elipe realiza un interesante estudio sobre los ecos de Giorgio Morandi en el arte español a través de un recorrido conversacional.
La editorial Damiani publicaba a finales del año 2015 el libro Morandi’s Objects, firmado por el fotógrafo Joel Meyerowitz. La publicación recoge una selección de 65 fotografías de objetos que protagonizaron las obras de Morandi. Meyerowitz, en su texto The ordinary sublime, describe su experiencia ante el desfile de los 275 objetos sobre la mesa del estudio del pintor, observando como la luz los transformaba a lo largo del día frente a sus ojos y preguntándose sobre si tendrían alma. Una cuestión que quiso descubrir a través de su cámara, buscando aquello que existía dentro de esos objetos, “averiguar parte del misterio que Morandi dejó atrás”1.
Pero nos tememos que, a la vista de los resultados, este misterio no se encontraba en los objetos sino en la cabeza del pintor. De hecho Pedro Morales Elipe, el comisario de la muestra Pintura en voz baja, no ha convocado a ningún fotógrafo a esta conversación. Y es que podríamos situar en la obra de Morandi uno de los posible límite entre la imagen pictórica y la imagen fotográfica.
Morales Elipe pertenece a una generación de artistas que están replanteando las reglas del juego respecto a las posiciones que ha mantenido el pintor en los últimos tiempos. Y es que, debido a la normalización producida en el terreno de las artes en las últimas décadas, la pintura ha quedado descuidada. Los pintores, conscientes de este hecho, han decidido dar un paso al frente y contrarrestar con su labor este déficit de atención. Una buena prueba de ello es la exposición que se presenta en la casa de un pintor, el Centro José Guerrero de Granada. Una relación que viene de lejos, recordemos la conversación entre Guerrero y otro representante de la Figuración Postconceptual española, Carlos Alcolea, publicada en el periódico Buades. Recientemente se han presentado otras iniciativas en este sentido, llevadas a cabo por el núcleo de este fenómeno, como el comisariado de las exposiciones Autorretratos (galería Nomada, Gijón, 2011) de Miguel Galano, Mi familia y otros animales (galería Alejandro Sales, Barcelona, 2013) de Carlos García-Alix, Travesías (Atarazanas, Valencia, 2014) de Paco de la Torre o El tiempo de las canciones (Galería My Name’s Lolita Art, Madrid, 2015) de Dis Berlin. Pero también proyectos como Encapsulados, dirigido por Juan Cuéllar y Roberto Mollá, o La Naval de Ángel Mateo Charris y Gonzalo Sicre.
En el caso que nos ocupa, el comisario plantea una conversación intergeneracional entre artistas nacidos a lo largo del siglo XX que muestran “una continuidad afectiva” con la obra de Morandi y “una particular actitud frente a la práctica de la pintura y frente a la vida misma”2 encarnada en una obra “comprometida con lo visible a través del continuo cuestionamiento de la propia realidad”. Bajo la presencia de una representativa selección de obras de Giorgio Morandi –compuesta por tres pinturas, acuarelas, dibujos y aguafuertes– se despliega una exposición que abarca desde la obra de Juan Manuel Díaz-Caneja y los veteranos Alfredo Alcaín, Gerardo Delgado, Gerardo Rueda, Cristino de Vera, Fernando Almela, Juan José Aquerreta, Joan Cardells, Joan Hernández Pijuan, Carmen Laffón, Ángel Bados y Antoni Llena. Al relevo generacional, representado por Nati Bermejo, Javier Codesal, Marcelo Fuentes, Miguel Galano, Jorge García Pfretzschner, Jaime Lorente, Fernando Martín Godoy, José Miguel Pereñiguez, Santiago Mayo, Teresa Moro y el propio Pedro Morales Elipe.
No se trata de una conversación pictórica, sino que se suman voces procedentes del campo escultórico, el dibujo, o incluso el vídeo. Pero sobre todo es la palabra una de las aportaciones que se incluye acompañando la catalogación de las obras en el capítulo Ecos de Giorgio Morandi en el arte español. En la mayoría de los casos se incluyen textos donde los propios autores analizan su interés por la obra de Morandi recogidos en una publicación donde el comisario defiende razonadamente su tesis. En el capítulo Pintura en voz baja mediante un personal análisis de la obra de Morandi; y en el titulado Una conversación abierta realizando una aproximación a las claves morandianas presentes en los artistas seleccionados.
A través de estos relatos3 podemos recordar la muestra de arte italiano celebrada en año 1958 en los bajos de la Biblioteca Nacional de Madrid, donde Alcaín descubriría la obra del pintor, entre los cuadros de Carra, Pisis, Saetti, o Sironi. Para Alcain, Juan José Aquerreta sería el más morandiano de los pintores españoles, ya que “tiene mucho de la concentración e intensidad del maestro boloñés y sus paisajes se acercan mucho al pleno sentido de la belleza de los morandis de los campos de Grizzana. Arte puro”. Por su parte, Aquerreta achaca su parentesco a “algunos padrinos comunes y padres lejanos”, haciendo referencia a Piero della Francesca, Ingres o Zurbarán.
Pero la mayoría de estos artistas descubrirán al maestro en el año 1985, con motivo de la exposición antológica celebrada en La Caixa de Madrid organizada por María Corral en plena explosión neoexpresionista. En el caso de Jorge García Pfretzschner, la contemplación de aquellos cuadros le llevará a preguntarse como podía pintar aquellos cacharros con la misma puesta en escena durante tantos años. Hasta que, después de verlos durante un tiempo, llegó a compartir “un ánimo con el pintor, un ambiente callado, la sensación de retiro y una particular alegría de la evasión”. Podríamos encontrar en sus fantasias una explicación al fracaso de Meyerowitz, ya que para García Pfretzschner los objetos de Morandi estarían “constituidos de pintura”, y realmente el pintor los representara también con pintura.
Pero los pintores más explícitos al expresar sus sentimientos hacia Morandi podrían ser Teresa Moro o Santiago Mayo, que se reconoce su “hijo”. Mayo define los cuadros de su padre como meditaciones pintadas, próximas a la poesía, la verdad y la belleza cuya fecundidad reside, en su opinión, en la pureza de su abstracción: “en el proceso de desmaterialización que sucede en sus cuadros, donde más que la representación de unos objetos banales se subraya la luz en ellos, su situación en el espacio del cuadro y el uso de la pincelada que realiza la pintura”. Moro, por su parte, se declara morandiana y practicante, con devoción, del feliz ritual de buscar diferencias entre sus cuadros. Otros coinciden con el comisario al entender que se trata de una pintura para pintores. Si Martín Godoy muestra su sorpresa al descubrir que Morandi no gusta a todo el mundo, le resulta incomprensible en el caso de los pintores, porque –como señala Hernández Pijuan– “la de Morandi es una pintura que trata de pintura”.
Una opinión que comparte Pereñíguez, señalando que todo el mundo quiere a Morandi para sí, “para la vanguardia es síntesis, repetición, distanciamiento; para la reacción, realidad, oficio, tradición”. Pero si algo se puede tomar de este escurridizo agente doble es “una especie de tenacidad, un apego temerario por la rutina, el trabajo…”. Una actitud en la que se reconoce Marcelo Fuentes, la del hombre “que no se deja seducir por las casi irresistibles corrientes del momento, las modas, las expectativas sociales y cuida, alienta y mima la frágil vida de su mundo interno”. La resistencia, el lugar donde muchos de estos pintores se han posicionado.
Frente a las fotos de sus objetos, los retratos del pintor siempre han resultado muy reveladoras para Morales Elipe, ya que “todo aquello que rodea al pintor tiene una escala inferior que no se ajusta a sus visibles necesidades”. Y es que la cuestión de la escala es esencial en la obra de Morandi, los pequeños formatos le resultan suficientes para plasmar una visión concentrada desde la que cuestionar “los delgados márgenes de lo real”.

1 Meyerowitz, Joel, «The Ordinary Sublime», Meyerowitz, Joel, Morandi’s Objects, Bolonia, 2015.
2 Morales Elipe, Pedro, “Una conversación abierta”, Morales Elipe, Pedro, Pintura en voz baja. Ecos de Giorgio Morandi en el arte español, Granada, Centro José Guerrero Diputación de Granada, 2016, p. 79.
3 Morales Elipe, Pedro, Pintura en voz baja…, Op. Cit., pp. 125-209.